Quiero tener pelo

Quiero tener pelo – fue lo primero que dijo León con un feroz rugido.

Quiero tener pelo

Nadie esperaba eso del gran rey y mucho menos antes de que Eyengui comenzara su discurso de apertura. Los miembros de la asamblea quedaron paralizados y se hizo un silencio como el que se produce cuando Eyengui demuestra su enfado antes de la tormenta, lanzando rayos y tronando. Mono que como siempre llegaba tarde, quedó suspendido de la rama del árbol sobre el que se iba impulsar para dar el último salto, balanceándose sin poder evitarlo sobre su larga cola.

Eyengui se dispuso a hablar y con una suave brisa tranquilizó a los asistentes.

– ¿Por qué te quejas León? En tu nueva vida te elegí como rey. Tienes una manada de leonas solo para ti, con un montón de hijos que te aman y te temen no menos que el resto de los animales.
– Amado Eyengui: Como tú me ordenaste, solo mato para comer y que coma mi familia, nada más que lo justo para no morir de hambre y para que los herbívoros no terminen con todas las plantas, manteniendo a salvo la sabana. He llegado hasta aquí después de haber vivido como escarabajo pelotero, empujando las mayores bolas que ningún otro escarabajo hubiera podido siquiera soñar. Antes fui canto rodado y fue fácil, lo reconozco, pero también cumplí con mi cometido, di soporte para que miles de animales pudieran cruzar el río durante muchos años. Tras la erupción del volcán me transformé en polvo y cegué al hombre que quería destruir la selva, él sirvió de alimento a los buitres y las llenas que más tarde abonaron con sus cuerpos al campo donde renací como cebolla. Las muchas capas que tuve en ese avatar fueron todas calvas y lisas como mi actual cabeza.
– No veo hasta ahora ningún problema en todo lo que me has contado –respondió Eyengui-.
– Mi vida como cebolla duró poco, pero serví para dar un cierto dulzor a la comida de un príncipe y hacer llorar a su cocinero cuando la preparaba. No digo yo que eso sea magnífico, pero al menos no lloró de tristeza y creo poder asegurar que hasta disfrutó al trocearme y el príncipe le estuvo tan agradecido por aquella comida que le regaló los terrenos que ahora nos sirven para la asamblea.

Jirafa asentía con la cabeza mirando hacia Cebra mientras esta se atusaba altiva su hermosa crin con una pezuña. Pero Eyengui parecía algo irritado.

– Dime León y no te andes con más rodeos que es eso de “quiero tener pelo” ¿acaso no te basta con todo lo que has tenido en tus vidas? Pareces estar muy orgulloso de ellas.
– Sí, quiero tener pelo. En mis otras vidas fui un ser modesto que no necesitaba prácticamente de nada, casi solo me he alimentado de estiércol y he servido honradamente a la comunidad. Pero ahora que soy rey necesito el respeto de los demás y un león no es nada sin su melena.

Se produjo una pequeña discusión entre los animales, unos aprobaban su palabras y otros no estaban para nada de acuerdo. Mono empezó a reírse como un loco hasta que un rayo seguido de un trueno cortó el alboroto de raíz.

– Si lo prefieres, en tu próxima vida serás un mandril de larga melena y culo rojo, o mejor un mono capuchino, riendo y brincando por aquí y por allá, con su abundante pelo blanco y negro, desde ahora te lo concedo, si ese es tu deseo.
– No, no es mi deseo. Ahora que soy el rey quiero serlo como lo fueron los demás reyes, con el mismo respeto que ellos merecieron, con la melena que ellos tuvieron.
– Has de saber que el respeto no se gana por las apariencias y tú mismo mejor que nadie conoces los giros de las vidas y cómo un ser se transforma en otro. Cómo nada se construye si nada se destruye. Cómo es de frágil el equilibrio de la vida, para que unos vivan otros tienen que morir, nada es absolutamente bueno ni malo. ¿Por qué te preocupa ser calvo?
– Para que me aprecien los demás tengo que empezar a apreciarme a mí mismo, ese será el principio del respeto que he de conseguir. Como tú mismo has dicho los animales me temen, pero hay muchos que no me respetan y hacen chascarrillos sobre mí por ser el primer rey calvo del lugar ¿Verdad que sí Mono? Quiero tener pelo.

Los animales que formaban la asamblea empezaron a debatir entre ellos sobre cuáles eran las virtudes que debían adornar a su rey. Casi todos pensaban que era más importante que no se comiera a sus hijos o que impartiera justicia cuando una mangosta ocupara la madriguera de un ratón, pero para casi nadie era importante lo de su pelo. Todos callaron de inmediato cuando Eyengui volvió tomar la palabra.

– A veces una espina en una pata puede significar la muerte. León pasaré la mitad del pelo de tu cola a la cabeza.

León rugió loco de contento que sería el mejor rey que jamás se hubiera dado en la zona.

– Y ahora que comience la asamblea – dijo Eyengui-.