Implante de barba
– Crézcame el pelo y aquí y aquí un buen implante de barba en doble tirabuzón y medio.
– ¿Cómo dice que se llama?
– Pone, La-ca Po-ne, pero mis amigos me llaman La.
– Me refería a lo de su implante de barba.
– Si, que el implante de barba lo quiero en doble tirabuzón y medio.
Cuando Agustín escogió el local para su peluquería lo hizo únicamente por el precio, sin tener en cuenta su situación, ni que tipo de clientela le llegaría. Además este a pesar de ser un local reducido tenía la ventaja de que el anterior negocio también era una peluquería y se traspasaba con todo ya montado, incluyendo dos hermosos sillones giratorios de peluquero de los de toda la vida y un gran espejo de pared a pared que aunque con bastantes zonas calvas era justo lo que Agustín pensaba que una peluquería debía tener en primer lugar.
– Y dígame señor Pone ¿Cree usted que era necesario lanzar así a mi cliente teniendo el otro sillón libre? – Dijo Agustín mientras le colocaba tranquilamente una capa azul para los pelos. –
– ¿Ve que brillantes son? – Contestó Laca señalando con el dedo a sus esbirros a través del espejo. –
– Pues a mi no me parecen tan brillantes, si me hubiera preguntado por su fortaleza le habría contestado que el grande es lo más burro que ha pasado por esta peluquería ¡Con que facilidad ha estampado al pobre Feliciano contra el suelo! Y el otro debe ser la excepción esa de la que hablan de que los mejores perfumes van siempre en tarros pequeños. – Dijo rociando con un ambientador de arriba abajo al mini matón. –
– Mira piltrafilla, sus brillantes zapatos blancos y negros me han costado 500 euros cada uno y no quiero que se llenen de pelos en la mañana de su estreno, por eso necesitaba un bulto del tamaño de tu cliente para que tengan los pies en alto. Me gusta que mis trabajadores vayan bien vestidos, eso mejora su rendimiento, ya has visto Martillo lo bien que trabaja y ahora verás como lee Chincheta. ¡Chincheta lee! – Ordenó Laca. –
Chincheta empezó a leer en voz alta la revista que tenía en las manos:
– Paula y Luis de Gran Hermano quince están juntos “Vamos a ver que pasa”…
– Es suficiente. – Cortó Laca. – ¿Te has fijado en su entonación? A mi me recuerda a mi tía Manuela cuando me cantaba de pequeño. ¿Por cierto como te llamas piltrafilla?
– Me llamo Agustín, mi novio se llama Moncho y mi gata Flor, porque es como una flor. – Chasqueando las tijeras en el aire – Si le digo la verdad no se por donde empezar.
Laca se levantó como un resorte del sillón he hizo un movimiento de cabeza al que respondió de inmediato Martillo pasando por encima del cliente del suelo y levantando en el aire por la solapa al peluquero.
– ¿Jefe, estampo también a este contra el suelo para que acompañe al otro con la siesta? – rugió Martillo.
– No, sácamelo afuera, que le de el aire.
La cabeza del peluquero chocó con el marco de la puerta haciendo un sonido como de calabaza hueca que gusto mucho a los tres mafiosos, por lo que Martillo entró y salió dos veces más.
– Chincheta lee lo que pone ahí arriba.
– Pone “Peluquería – Barbería”, eso pone señor Pone.
– Lo ves Agustín, esto es justo lo que yo necesito, un crecimiento de pelo y un implante de barba… – Expuso Laca en tono paternal. –
– ¡Perdóneme señor Pone! – Suplicó Agustín con los pies a un metro del suelo y la nariz a un palmo de la banderola de la peluquería – Es que a veces me cuestan las cosas, pero ya lo he entendido bien.
Esta vez la cabeza golpeo tres veces contra el marco de la puerta para regocijo de los matones.
– No se por qué pero me duele un poco la cabeza, debe estar cambiando el tiempo. – Comentó Agustín que ya estaba de pie tras el sillón de peluquería. –
– Y dime Agustito ¿cuál es tu método para el implante de barba?
– Bueno lo saco de aquí, que veo que hay material suficiente para unas hermosas patillas – dijo apuntando a la oreja – y lo pongo aquí. Y como es del mismo paciente no hay peligro de rechazo.
– Eso me parece bien, pero ¿no me harás daño? No me gusta ver sufrir a la gente, cuando se trata de mí.
– ¡Por supuesto que no señor Laca! Uno es un profesional con muchos años de experiencia. Además primero se aplica un spray especial para la sedación y las lecturas de Chincheta harán el resto.
– Procede.
Agustín fue a la trastienda con la excusa de coger la sedación, rompió con ayuda de unos alicates su aparato de defensa personal a la pimienta y colocó el líquido en dos tapas de tarros de crema. Luego se puso las gafas de agua que tenía en la bolsa de deportes y salió silbando, dejando una de las tapas entre Martillo y Chincheta, en la repisa que colgaba de la pared a la altura de sus cabezas.
– Es para los mosquitos. – comentó Agustín despreocupadamente y dejo la otra tapa delante de Laca. – No saben la lucha que tengo con ellos.
– Lee Chincheta, que quiero relajarme. ¡Que raros sois los peluqueros! Ahora te pones unas gafas para bucear en vez de esas mascarillas que usan los médicos.
– Eso también es para los mosquitos, no quiero que por su culpa me desvíe de lo mío. Si le parece bien señor Pone voy a poner el ventilador que así estaremos más fresquitos.
– Como quieras, pero date prisa.
A la mañana siguiente apareció en la primera plana de un periódico de tirada nacional: “Peligrosos delincuentes atrapados por un peluquero” … Los tres fueron encontrados pegados por las barbas… no se explican… pues era completamente lampiño.