Sin un pelo de tonto. Otra historia calva de Inhairclinic.
«Sin un pelo de tonto» era el nombre del pequeño hotel que regentaba allá por los confines de la tierra. Tenía el honor de haber sido el hotel más pequeño del mundo, según el libro Guinness de los récords, aunque no creemos que esto fuese cierto pues sus cuatro habitaciones situadas en el piso de arriba no eran nada pequeñas y como dice el refrán “a todo hay quien gane” seguro que algún otro le ganaba en pequeñez, de hecho ya hay otro con ese título en la región alemana de Baviera que parece ser que sólo dispone de una habitación. No nos extrañaría que pronto apareciera algún hotel sin habitaciones solo para ganar en algo.
Aunque tenía probablemente el cabello más hermoso y abundante de la isla, los lugareños le conocían como Juan Sin Pelo, por hacer el chascarrillo con el nombre de su hotel y por la cantidad de historias que en tan poco tiempo ya corrían a su alrededor. Juan Sin Pelo no siempre había tenido la preciosa cabellera que ahora poseía, con tan sólo 18 años, cuando empezó en la universidad, era el blanco de muchos chistes sobre su cada vez más amplia frente y pronunciadas entradas. Había una broma que le molestaba por encima de todas por su simplicidad y poca imaginación, esta era cuando alguien le decía “no tienes un pelo de tonto” que si bien es verdad que aludía por una parte a su inteligencia, siempre coincidía con la presencia de la chica que secretamente adoraba y que rehuía muy a su pesar por miedo al rechazo que provocaba su avanzada alopecia.
Juan Sin Pelo soñó una noche en la que había recibido la maldita broma que le robaba el pelo a Pedro, su en teoría mejor amigo de la universidad, pero que sin embargo más pesado era con el dichoso “sin un pelo de tonto”. En el sueño, la fabulosa melena de Pedro pasaba a ser suya de una vez y sin contemplaciones, pero Juan era consciente del trauma que suponía para su amigo y no era capaz de hacer las burlas de las que él había sido objeto.
No pasó mucho tiempo antes de que Juan empezara a notar unos finos pelillos que le iban poblando las zonas peladas de su cabeza, a la vez que su amigo Pedro comenzaba a lucir un pañuelo a lo pirata para disimular su incipiente problema. Al año, sin saber muy bien cómo, Juan tenía el mejor pelo del mundo y Pedro no se quitaba el pañuelo de la cabeza ni para ducharse.
Ya con un melena y una novia perfecta, Juan dedicaba su tiempo a la investigación sobre la alopecia, conocía perfectamente las causas por las que el pelo se le niega a algunas personas y se les concede a otras. Sí, había descubierto la piedra filosofal del pelo, y decidió hacer algo con sus conocimientos y porque no decirlo, con su poder. Juan tenía el poder del pelo, podía quitárselo a quien quisiera para dárselo a quién le diera la gana.
Un super poder no es algo que tenga todo el mundo y hay que saber utilizarlo con sabiduría y mesura. Juan sabía del sufrimiento de los pobres, no en balde había conseguido acabar su carrera a base de becas por buenas notas y mucho esfuerzo, por lo que decidió que su principal objetivo serían las melenas de los ricos y las calvas de los pobres.
No se puede decir que Juan Sin Pelo hiciera pocos ensayos, con sus éxitos y sus fracasos. Tenía que preparar bien el escenario para los monumentales cambios que preparaba a los premiados. El momento era la noche, el lugar, a las orillas del mar, como en su sueño y no funcionaba con todas las personas, el calvo tenía que ser pobre y las melenas pertenecer a un rico. No solo bastaba con quererlo, tenía que arrancar él personalmente el pelo para luego posarlo suavemente sobre el lugar de destino deseado. Poco a poco fue perfeccionando su técnica hasta conseguir unos trasplantes perfectos en las populares fiestas de fin de semana que cada poco organizaba.
Sin un Pelo de Tonto fue el hotel que construyó Juan Sin Pelo con sus propias manos, en una isla vecina, como el lugar perfecto para quitar el pelo a los ricos para dárselo a los pobres. La elección no fue fácil pues el sitio requería un cierto dramatismo y la solemnidad del rumor de las olas en noches cálidas. El alcalde del pueblo lo inauguró con toda la pompa de la que fue capaz y en la habitación de al lado durmió un hombre al que nadie conocía que destacaba por su frente despejada y su camiseta mugrienta. En poco más de un año aquel hombre desconocido era conocido por ser el gran cocinero que sabía todos los secretos de los manjares isleños y tener un asombroso pelo solo comparable al del dueño del hotel y el alcalde que nunca había usado sombrero ahora lo vestía uno con sumo cuidado para que no resbalase de su reluciente calva.
Con el tiempo Sin un Pelo de Tonto logró cierta fama, aparecer en el libro Guinness te puede solucionar la vida, pero también hay que reconocer que el pequeño restaurante del piso de abajo preparaba unos platos deliciosos y el lugar es inmejorable para relajarse al regresar de una visita por la isla con unos precios de lo más razonables.
No es fácil darse cuenta de lo que está pasando en Sin un Pelo de Tonto, pero hace tiempo que la gente de la isla sospecha algo. Si queréis pasar unas vacaciones extraordinarias y tal vez algo más en uno de los parajes más maravillosos del mundo venid.