El pelo afro

El pelo afro que todos identificamos es el que lucían los hermanos Jackson en la primera época. Este se conseguía dejando crecer el pelo de 10 a 20 centímetros, para luego recortarlo de forma redondeada.
El afro es un atributo clave de la cultura afroamericana de los años 1960 y los años 1970.

El pelo afro

El “problema” del pelo afro en América

La mayoría de los negros en Estados Unidos provienen del África subsahariana, donde el cabello se caracteriza por ser grueso, fuerte y muy rizado.

  • Entre los siglos XV y XVI, las mujeres africanas usaban todo tipo de aceites para mantener su pelo hidratado, siguiendo sus cánones de belleza para lucir hermosos peinados. Dedicaban a ello muchas horas, incluso días, y consideraban loco a todo el que lo descuidaba.
  • En el siglo XVII, llegaron a África Occidental los esclavistas europeos. Los pioneros fueron los portugueses, que buscaban mano de obra gratis. Una de las primeras cosas que hicieron cuando atraparon los africanos fue cortarles el pelo. Este era solo el inicio de un largo proceso para eliminar su cultura e identidad. Cuando compraban esclavas, las amas blancas les rasuraban el pelo con el pretexto de que “al amo le molestaba”.
  • En el siglo XVIII los esclavos estadounidenses –llamados actualmente afroamericanos– trabajaban hasta el agotamiento y no disponían de tiempo para cuidar sus peinados africanos de antaño. Por eso, la mayoría de las mujeres se cubrían el cabello con un pañuelo, no solo para ocultar su pelo, sino también para evitar el contagio de la tiña o los piojos. Los que servían en el interior de las casas podían cuidar mejor su cabello, aunque los camastros compartidos ponían en riesgo su higiene.
  • En el siglo XIX, los barcos esclavistas dejaron de ir a África y los negros de los Estados Unidos ya no trabajaban tan duro, sus vidas valían más (unos 1500 $) y podían ser “perdonados”. Además, se les concedió un día de descanso, el domingo, y así las mujeres tenían más tiempo para cuidar su cabello, aunque lo cubrieran con un pañuelo el resto de la semana.
    A pesar de que mejoraron las condiciones de los afroamericanos, en Estados Unidos no se vendían los aceites ni los peines adecuados para tratar el pelo afro. Por ello, las mujeres comenzaron a abastecerse de mantequilla, grasa del tocino y otras grasas animales con el fin de hidratar su cabello.

El “buen pelo”

En EEUU existía la obsesión por el good hair o «buen pelo». Vivir en un país en que la mayoría de los habitantes eran blancos, muchos de ellos racistas, hizo que las mujeres negras consideraran el pelo rizado como algo «malo» y el largo y liso como «bueno». Con el “pelo bueno” aumentaban sus posibilidades de acceder a la educación, recibir mejor trato y, tal vez, conseguir la libertad. Así que trataron de alisarse el cabello, usando productos químicos a veces tan dañinos como la soda que mezclaban con patatas.
La idea de «buen pelo» fue muy extendida porque aumentó el número de criados negros libertos (o liberados de piel clara) e interpretaron que era porque tenían «el pelo adecuado». Pero su buena suerte nada tuvo que ver con el aspecto físico, sino porque se relacionaban con blancos que estaban en contra de la esclavitud y les ayudaron a llegar más lejos.
Después de la Guerra Civil, cuando todos los esclavos fueron liberados, la población negra quería conseguir a toda costa un «buen pelo”. Los negros de piel clara que habían sido libres antes de la guerra querían aferrarse a su posición social y quedar por encima de la sociedad negra usando como excusa su piel clara y su «buen pelo».

¡La esperada libertad!

La esclavitud quedaba abolida. Los negros aspiraban a tener una mejor posición social aunque siguieron sufriendo racismo. Los blancos identificaban los rasgos característicos de África con los de un ser salvaje, violento y carente de inteligencia. Muchos negros optaron por blanquear su piel y desrizaron sus cabellos encrespados para intentar prosperar.
Para los africanos de Estados Unidos tener «buen pelo» era signo de estatus. Las clases media y alta negras eran aún en gran parte de piel clara y muy mezcladas, de modo que su cabello era menos rizado que el de la mayoría de los negros. Un dato: en 1916 el 80% de los estudiantes de universidades negras eran mestizos.
Para muchos, el estilo de vida del campo a la de la ciudad supuso un cambio radical: las mujeres en las ciudades eran más dadas a desrizarse el cabello, que se consideraba pasado de moda. La comercialización de aparatos como la plancha alisadora, el peine caliente y, más tarde, de productos desrizantes químicos, hicieron mucho más fácil alisar el pelo afro.
En los años 60 del siglo XX, modelos negras y reinas negras de la belleza posaban en revistas con el cabello liso. Incluso los hombres se quitaban el rizo, como contaba Malcom X en su autobiografía. Así surgió la obsesión por alisarse el pelo entre las mujeres negras de los Estados Unidos, dejando atrás las trencitas, las esteras y otros estilos propios de sus países en África.

El gran debate sobre el cabello rizado

Durante el siglo XX, pastores cristianos negros, defensores de los derechos civiles, periodistas y nacionalistas negros se rebelaron contra los desrizados porque lo entendían como un desprecio a la raza.

Sin embargo, sus esposas animaban a las mujeres negras a alisarse el cabello para estar más guapas y elegantes. Pero esas que se desrizaban el pelo rara vez se hacían peinados diseñados para mujeres blancas y cuando se lo cortaban, trataban de darle un toque distintivo. Muchas buscaban -y buscan todavía hoy día- su propia identidad. Mujeres negras que han lucido su pelo afro con orgullo son la actriz Lupita Nyon’o o la cantante Solange Knowles.

Muchos artistas y fotógrafos han quedado fascinados por el cabello de las mujeres negras que ha sido vinculado a movimientos políticos como Black Panthers. Diseñadores de renombre como Tom Ford han propuesto una tendencia afro con sus modelos tanto masculinos como femeninos para lucir sus colecciones.

Estos han sido los factores que han desencadenado la fiebre por llevar el “pelo afro” de los 60 y 70.
La novelista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie escribía en el periódico The Guardian:

“El pelo es el pelo, aunque algunos tengan problemas de autoestima, inseguridad o dudas de lo que realmente el mundo considera como bonito. Para muchas personas de raza negra la idea de llevar su cabello al natural les parece inaceptable”.